Si no temen ustedes que les piquen las ortigas, vengan conmigo por el estrecho sendero que conduce al pabellón, y veremos lo que sucede dentro de éste...

viernes, 10 de agosto de 2007

Noche oscura, nada veo

Un conocido que padecía de trastorno bipolar, en sus momentos álgidos de euforia e intensa productividad, agradecía a Dios por su enfermedad y calculaba que un solo día de éstos justificaba todo un año de sufrimiento. Pasados unos días, ya no pensaba igual, sino todo lo contrario.
Ivan Karamazov se negaba a aceptar que una reconciliación universal pudiera reparar el sufrimiento de los niños, “Sí, esa armonía vale menos que estas lágrimas que no se han pagado”. Es un aspecto que el pensamiento moderno introdujo a la noche oscura: si se piensan en el marco de un eterno retorno, cada dolor adquiere dimensiones infinitas.
Poco antes de morir Santa Teresita de Lisieux escribía: “Me parece que las tinieblas, adoptando la voz de los pecadores, me dicen burlándose de mí: "Sueñas con la luz, con una patria aromada con los más suaves perfumes; sueñas con la posesión eterna del Creador de todas esas maravillas; crees que un día saldrás de las nieblas que te rodean. ¡Adelante, adelante! Alégrate de la muerte, que te dará, no lo que tú esperas, sino una noche más profunda todavía, la noche de la nada"”.
En la Noche oscura de San Juan de la Cruz, una vez que se ha consumado la unión entre la amada y el amado, puede aquella dejar todo su cuidado entre las azucenas olvidado. Sin embargo, este cuidado existió y, aunque a posteriori la noche oscura es indiscutiblemente dichosa, en su momento fue amarga y terrible para el sentido y horrenda y espantable para el espíritu, como dice en su glosa.
Una de las señales que San Juan asocia a la noche oscura, tanto del sentido como del espíritu, es la de “no poder meditar ni discurrir”, primeramente porque la comunicación con Dios se hace espiritual y luego “por la alteza de la sabiduría Divina, que excede el talento del alma y de esta manera le es tiniebla”. Así, las aporías o argumentos contra la fe deben ser soportados hasta encontrar a Dios en parte donde nadie parecía.
¿Cómo es posible entonces que la noche venga con ansias en amores inflamada? Simone Weil afirma que “no se puede aceptar la existencia de la desdicha más que viéndola como distancia.(...) Pero esa distancia sólo es separación para los que aman. Para los que aman, la separación, aunque dolorosa, es un bien, pues es amor”
Si esta dolencia de amor no se cura efectivamente sino con la presencia y la figura (Cántico espiritual), para escribir el feliz desenlace de su dichosa ventura, el santo debió haber gozado de esta especial gracia. Sin embargo, una persona que no la ha experimentado bien puede dudar de ello, sobretodo al encontrar testimonios como éste de Teresita:
“En efecto, si usted juzga por los sentimientos que expreso en las humildes poesías que he compuesto durante este año, debo de parecerle un alma llena de consuelos, para quien casi se ha rasgado ya el velo de la fe. Y sin embargo, no es ya un velo para mí, es un muro que se alza hasta los cielos y que cubre el firmamento estrellado...”

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