Si no temen ustedes que les piquen las ortigas, vengan conmigo por el estrecho sendero que conduce al pabellón, y veremos lo que sucede dentro de éste...

domingo, 12 de agosto de 2007

Sic transit gloria mundi: Así pasa la gloria del mundo

La señorita A. es cantante de pop. Hace un par de años resultó ganadora de la versión local de un "importante" reality show y luego obtuvo el tercer puesto en la versión internacional del mismo. Grabó un disco, algún video clip, vivió algún romance con un miembro de su banda y la gente hablaba de ello en la calle. Pero antes de que la fama la arrebatara al tercer cielo, ella y su hermano mayor, B., fueron compañeros míos en el colegio. En aquellos años yo me enamoré de A. y fui muy amigo de B.
El jueves pasado fui a visitar a B. y conversamos algunas cervezas. Estábamos en eso cuando vi a la señorita A. pasar velozmente por el pasillo. Fui con ella e intenté un saludo cariñoso. Su sonrisa y su mirada provocaron en mi sangre no sé qué antigua y oscura química. Me dedicó algunos segundos y prosiguió con lo suyo. Buscaba afanosamente cierto papel entre las carpetas y legajos de su escritorio.
-¿Qué buscas?
-Unos apuntes...tengo que estudiar toda la tarde para un examen.
-¿Volviste a ingeniería?
-Si...
-¿Porqué?
-Porque ésto (señala su teclado sobre el cual cuelga un gran poster de ella misma y un diploma del famoso reality, "ésto" es su carrera musical), ésto es muy lento.
-Pero ¿cuál es el apuro?, hoy en día los hombres vivimos 80 años.
-Pero de algo hay que comer...
De pronto se acuerda de algo y se mete en el baño. Veo que allí también guarda objetos, papeles y cajas. Abre una de éstas, grande y pesada. Está llena de copias de su disco. Saca una y me lo entrega con una gran sonrisa.
Entonces por un descuido y tal vez para llenar el silencio, le pido que me lo autografíe o me escriba algo.
-No- responde cortante- lo detesto.
No sé si por explorar más el origen de esta sorprendente reacción o para demostrarle no sé qué (en todo caso el autógrafo nunca me interesó), algo herido le replico:
-¿No me quieres escribir algo?
-No.
La conversación terminó así, bruscamente, luego dije más cosas tontas y me despedí. Aliviado, volví a las cervezas y la seguridad de lo conocido, mi amigo B.

A mí no me miren

Una de las cosas que me gustan de trabajar en una buena librería, es abrir un libro cualquiera al azar y encontrar citas preciosas como ésta:

"Yo no tengo la culpa de que la realidad sea marxista"

(Ernesto Ché Guevara)

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