Si no temen ustedes que les piquen las ortigas, vengan conmigo por el estrecho sendero que conduce al pabellón, y veremos lo que sucede dentro de éste...

martes, 11 de diciembre de 2007

Carta

Querida Cristina:
¡Te extraño tanto! Aquí el silencio lo ocupa todo y cada vez que pienso en ti es un desgarro. Es que no está permitido: el paisaje es celoso y lo quiere todo de mi. A veces, el viento frio, un aleteo de gorrión (y luego la intención descarada de su sombra), la matemática extraña en las cortezas, los crujidos, eso femenino que se esconde en el rio, todo esto inunda mis sentidos, desciende con una autoridad aterradora, como un escalofrío, y se posa en mi espíritu... y entonces me abandono, corazón... me sumerjo. No en el gran Todo, en lo Uno, sino entre otras prescencias que no conozco. En esos momentos te busco dentro mío, te llamo, y algo tibio me encuentra, apenas vivo, en el lecho frio. Me has salvado tantas veces...¿Lo sabías?
No he podido escribirte antes porque en esta etapa del experimento debo trabajar en la Zona toda la noche y permanecer oculto durante el día. Pero hoy se presentó un dulce niño en mi puerta. ¡Sí, un niño! Estaba solo y era hermoso, me dijo que su padre lo había enviado a buscar una oveja perdida. Pensé que estaba soñando, que era el niño Jesús y que iba a llevarme con Él. Luego me pidió un pan y lo invité a la mesa. Me preguntaba insistentemente mi nombre y lo que estaba haciendo aquí solo. Yo, por supuesto, no le dije nada, inventé una historia poco convincente y finalmente se levantó decepcionado para irse. Entonces se me ocurrió que era ésta la oportunidad de hacerte llegar mis palabras: como ya estaba oscureciendo, le dije al niño que podía pasar la noche aquí en mi cuarto mientras yo trabajaba si llevaba una carta al pueblo la mañana siguiente. El niño es muy astuto y no quizo aceptar la propuesta mientras yo no le dijera mi nombre y de lo que se trataba mi "trabajo" nocturno. Accedí, Cristina, y tal vez me equivoqué, pero ya está hecho y me siento bien.
Escribo ahora mientras el niño se está dando un baño, en el segundo piso. Es agradable escuchar los sonidos que producen otros hombres nuevamente.
¿Cómo estás, mi amor? ¿Como está nuestra Leonor? Ha pasado tanto tiempo y siento que nuestra fe no declina. Tu última carta es maravillosa y me hace sentir muy cerca tuyo cada vez que la leo. Pero yo sé, amor: esto es durísimo. Y pienso que las promesas que hicimos libremente para nuestro bien no pueden ser más fuertes que el destino...


En este punto el papel carbonizado hace la escritura ilegible. Esta carta fue encontrada entre los restos de una cabaña incendiada junto al cuerpo de un hombre joven no identificado en el mes de julio de 2007 a 130km de Futaleufú, región de Aysén. Se desconoce la suerte del niño aludido en el texto.

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