Si no temen ustedes que les piquen las ortigas, vengan conmigo por el estrecho sendero que conduce al pabellón, y veremos lo que sucede dentro de éste...

martes, 14 de agosto de 2007

Gradus ad Parnassum

Siguiendo con la popular moda de los tratados en forma de diálogo discípulo-maestro (véase la Orquesografía), ahora es el turno de Gradus ad Parnassum (escalones o niveles hacia el Parnaso, monte donde habitan las nueve musas) de Johann Joseph Fux, un método de contrapunto publicado en 1725.
Tengo en mi biblioteca la versión en inglés (originalmente en latín) de Alfred Mann de la cual traduzco el bello pasaje inicial en el cual el maestro Aloysius (personaje inspirado en Palestrina), acepta al joven Josephus dentro del círculo de sus discípulos. Además va un fragmento de la interesante intruducción relativo a la influecia que ejerció este libro en Haydn, Mozart y Beethoven.
Luego de un corto prólogo de Fux (que también vale la pena y traduciré más adelante) comienza El diálogo:

"Josephus.- He venido a tí, venerable maestro, con el propósito de ser introducido en las reglas y principios de la música.
Aloysius.- ¿Deseas, entonces, aprender el arte de la composición?
Joseph.- Sí.
Aloys.- Pero ¿no estás advertido de que este estudio es como un océano inmenso, como para no ser agotado incluso en el tiempo de vida de un Nestor? Estás, sin duda, tomando sobre tí una dura tarea, una carga mayor que el Etna. Si, en cualquier caso, es lo más difícil escoger una profesión -ya que sobre la elección, sea correcta o errónea, dependerá la buena o mala fortuna del resto de la propia vida- cuánto cuidado y precaución debe emplear el que desee entrar en este arte antes de atreverse a decidir. Porque los músicos nacen tales. Debes intentar recordar si acaso aún en tu juventud fuiste hondamente conmovido por la belleza de las consonancias.
Joseph.- Sí, en lo más profundo. Incluso antes de que pudiera razonar, fui arrebatado por la fuerza de este extraño entusiasmo y volví todos mis pensamientos y sentimientos hacia la música. Y ahora un ardiente deseo de entender me posee, me conduce casi contra mi voluntad, y día y noche deliciosas melodías parecen sonar alrededor mío. De aquí que pienso no tener más razón para cuestionar mi inclinación. Tampoco las dificultades del trabajo me descorazonarán, y yo espero que con la ayuda de la buena salud seré capaz de dominarlo. Una vez oí a un hobre sabio decir: El estudio es placer antes que tarea.
Aloys.- Estoy dichoso de reconocer tu aptitud natural. Hay sólo un asunto que todavía me causa problemas. Si es removido te llevaré dentro del círculo de mis pupilos.
Joseph.- Por favor di lo que es, reverenciado maestro. Como sea, seguramente ni esta ni cualquier otra razón me moverá a renunciar a mi plan.
Aloys.- Tal vez la esperanza de futuras riquezas y posesiones te induce a escoger esta vida. Si éste es el caso, créeme, debes cambiar de parecer; No Plutón, sino Apolo rige el Parnaso. Quien quiera riquezas debe tomar otro camino.
Joseph.- No, con certeza, no. Por favor asegúrate de que no tengo otro objetivo que perseguir mi amor por la música, sin ningún pensamiento de provecho. Recuerdo también que mi profesor solía decirme que uno debería estar contento con un estilo de vida simple y esforzarse preferiblemente por la excelencia y un buen nombre que por bienes, ya que la virtud es su propia recompensa.
Aloys.- Estoy encantado de haber encontrado un joven estudiante justo tal como pudiera desear. Pero dime ¿estás familiarisado con todo lo que ha sido dicho sobre intervalos, la diferencia entre consonancias y disonancias, sobre los diferentes movimientos, y acerca de las cuatro reglas en el libro anterior?
Joseph.- Creo conocer todo eso.
Aloys.- Instalémonos para trabajar, entonces, y hagamos un comienzo en el nombre de Dios Todopoderoso, la fuente de toda sabiduría."
De la introducción de Alfred Mann:

Leer [+]


"Publicado en 1725, financiado por el imperio [de los Habsburgo] y distribuido en corto tiempo por todo el mundo musical, el trabajo de Fux marcó un hito en la evolución de la teoría de la música.(...)
Haydn era un niño del coro en San Esteban cuando Fux murió, y fue diez años después que el joven músico, "carente de definiciones [means] y de profesor" -las palabras del prefacio de Fux decriben la situación de Haydn- recibió su primera instrucción sistemática en composición de las páginas del Gradus ad Parnassus. "Haydn llevó infinitos dolores para asimilar la teoría de Fux; recorrió toda la obra laboriosamente, escribiendo los ejercicios, luego dejándolos a un lado por unas semanas, para mirarlos de nuevo más tarde y pulirlos hasta que estaba satisfecho de haber hecho todo exactamente bien" [G.A. Griesinger]. La copia de Haydn del Gradus, que contenía numerosas anotaciones y que era preservado en los Archivos Esterházy después de la muerte de Haydn, fue destruido en la Segunda Guerra Mundial. Pero una copia de las notas de los margenes hechas por su biógrafo, C.F.Pohl, sobrevivió. Adicionalemente, un comentario más explícito, sin embargo fragmentario de Fux por Haydn ha llegado a nosotros en su Elementarbuch, una condensación del estudio de contrapunto de Fux preparada con el propósito de su enseñanza.(...)
[Antes de estudiar con Haydn] Es probable que Mozart primero haya estudiado el trabajo de Fux bajo la influencia de su padre; la copia del gradus marcada "1746 Ex Libris Leopoldi Mozart", con anotaciones de Loepoldo Mozart, todavía existe.(...)
En cualquier caso, el único documento que tenemos del trabajo de Mozart en el texto de Fux muestran a Mozart no como estudiante sino como profesor (...) El más extenso entre estos manuscritos es el volumen de estudios que el compositor inglés Thomas Attwood escribió como alumno de Mozart de 1785 a 1787 y que contiene las correcciones de Mozart y comentarios, así como sus copias y adaptaciones del texto de Fux.
Unas pocas semanas después de que Attwood completara sus estudios con Mozart y retornara a Inglaterra, otro joven compositor se presentó a sí mismo a Mozart con la esperanza de convertirse en su alumno: Beethoven. La esperanza no fue consumada; Beethoven fue llamado a casa, para no volver a Viena hasta cinco años más tarde- un año después de que Mozart murió. Su deseo ahora, en las palabras de un mensaje de despedida del Conde Wldstein, fue "recibir el espíritu de Mozart de las manos de Haydn".[...] Beethoven demandaba una instrucción más sistemática de lo que Haydn estaba, por edad y temperamento, dispuesto a entregar. De aquí que Beethoven decidió volverse primero hacia Johann Schenk, un compositor menor vienés, y después hacia Johann Georg Albrechtsberger, el distinguido amigo y colega de Haydn, por tutoría. Cada uno de estos tres profesores, sin embargo, basaron el curso de estudios sobre el Gradus ad Parnassum, y Beethoven mismo subsecuentemente escribió una Introducción al estudio de contrapunto de Fux"
El autor extiende luego esta cadena del estudio de Fux hasta Berlioz, Chopin, Rossini, Paganini, Liszt, Schubert, Bruckner y Brahms, entre otros.

Anotaciones relacionadas:
Taco y punta, bailaremos (La Orquesografía, otro tratado en forma de diálogo)
El arte de la fuga I, II (Serie dedicada a la forma contrapuntística por excelencia)
Gradus ad Parnassum II (La traducción del prólogo prometida)

El automóvil como microcosmos moral

Esta mañana he visto a un hombre, un conductor solitario, detener su automóvil justo frente a un paradero abarrotado de gente y, luego de bajar el vidrio del copiloto, anunciar su recorrido con fuerte voz a todos los presentes: ¡Apoquindo, Providencia, hasta Pedro de Valdivia! Venciendo al estupor general, un estudiante se acercó con timidez, confirmó el
ofrecimiento y abordó entusiasmado el vehículo seguido por un guardia trasnochado y una anciana que cargaba pesados paquetes. Todos ellos llegaron a tiempo a sus destinos y un suave regocijo o una tibia brisa apaciguó a los espíritus impacientes de entre los que continuábamos varados.
Pero esta escena en verdad nunca ocurrió. La realidad es que no he visto a nadie en Santiago hacer tal uso generoso y consciente de su auto. En efecto, existe un abismo insalvable entre los que viajan en el transporte público y los que lo hacen en su automóvi particular. Como si no ocuparan las mismas calles, como si no hicieran los mismos recorridos, como si sus destinos fueran incompatibles, como si no viajaran solos, ninguno piensa en el otro.
¡El automóvil no es un microcosmos de leyes morales inescrutables, señores conductores! Ni los vidrios polarizados los protegen de las bienaventuranzas y maldiciones evangélicas. Esto último va para los que se dicen cristianos, en particular a los católicos que, irritados porque se distrajeron en Misa por culpa de un mural excéntrico (¡Ay, Acción familia!), parten raudos sin mirar siquiera al parroquiano que avanza a pie en la misma dirección.
He dicho.

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