Si no temen ustedes que les piquen las ortigas, vengan conmigo por el estrecho sendero que conduce al pabellón, y veremos lo que sucede dentro de éste...

martes, 18 de diciembre de 2007

Dictado II

Un solo pulso grave, el eje horizontal pulsado por detrás, y los corazones se despiertan. A la deriva el brillo, la belleza. Qué álgebra de hilos de araña se escabulle dejando en el vacío las distancias. Porque no se trata de armarle un discurso a los sentidos y contarle a los amigos: "lo que subyace bajo todas las cosas es la feroz batalla entre la vida y la forma". No. Cada segundo se apoya en una bestia distinta.
(Cuatro tortugas sostienen al mundo. El búho está dentro y nadie aún ha fijado sus límites. El ciervo, temblando junto a las tablas de la ley, está adentro. Los grandes felinos también están adentro. La apariencia, hija del espíritu de devoración, entona el salmo perfecto en sus pupilas. El petirrojo es Orfeo y Jesucristo y Lao Tse. ¿Dónde está su corazón, su triunfo?)
Conocemos el extremo opuesto: el ruido blanco de todo el espectro alcanzando la meta. Los aplausos. El juicio final y la espantosa homogeneidad de la nueva Jerusalén. Sugiera ésto una circularidad o alguna otra geometría, lo que se respira es la sugerencia misma. La muerte no se lleva lo que aún no ha vivido.

Anotaciones recientes