Si no temen ustedes que les piquen las ortigas, vengan conmigo por el estrecho sendero que conduce al pabellón, y veremos lo que sucede dentro de éste...

martes, 28 de agosto de 2007

"Ratzinger y yo" o "Eros y Ágape a orillas del Calle-calle"

Días de profunda sensibilidad estoy viviendo.
Ayer, luego de las compras semanales, mi mamá pasó por la librería y me trajo el "Jesús de Nazaret" de Ratzinger. Esta mañana me saltaron lágrimas con algunos pasajes. Entre párrafo y párrafo me pillé pensando cosas tales como "Lo que más me gusta del mundo son la religión y las mujeres."Y sentí mucha emoción al comprobar que estoy en profunda paz y gozo con ambas dimensiones humanas, sexualidad y espiritualidad, (estado que hace un par de años ni siquiera podía imaginar). Luego sentí vergüenza por pensar tales niñerías. Una vergüenza muy indulgente, alegre, si se quiere.
Libre y responsablemente he criticado a la Iglesia muchas anacrónicas y/o infundadas tradiciones humanas que continúan apoyadas por el magisterio. El Papa debe abrir los caminos para que la Iglesia de Jesús desplace a la iglesia de los concesionarios de Dios (¡Toma!). Raztinger no lo ha hecho, pero, ¡diablos, qué bien escribe!
Recuerdo la primera vez que lo leí. Fue hojeando el libro "Dios y mundo", una larga entrevista al cardenal por Peter Sewald, un marxista que finalemente y luego de varias de estas conversaciones con Ratz (Como lo llama Diego Maquieira) terminó catolicón. Tocaron temas importantes con una profundidad y humanismo que no le pillé nunca a Karol. Tuve que devolver el libro justo cuando su tono delicado y que, sin embargo, se levanta a ratos con fuerza telúrica (o celeste, como se diría antes de la primera guerra mundial), y su ritmo de valles y colinas siempre sorpresivas, venció mis útlimas reticencias; lo devolví porque mi amigo B. lo exigió porque era un regalo para su abuela (otra ex-marxista).
La segunda lectura fue acompañado por el mismo B. y por R.
Un par de días antes de partir al maravilloso viaje al que anteriromente hice referencia, se publicó "deus caritas est". La misma mañana de la partida la imprimí y la metí en un bolsillo exterior de mi mochila. Leímos la encíclica en voz alta en andenes, trenes y carpas (en camiones no... por pudor), a todos nos sorprendió. Nos reímos muchísimo con aquel chiste sobre ciertos intelectuales que se trataban de "alma" y "cuerpo" mutuamente. Poner un chiste así en una encíclica es pura genialidad, y el que no lo admita es por ceguera muy resentida.
Una noche en Valdivia me emborraché y proferí alucinantes discursos en torno al eros y al ágape a algunos jóvenes desconocidos a orillas del calle-calle. Ellos se admiraban de mi elocuencia. Y todo gracias a Ratz., el Papa pianista, que fue desde la infancia arrullado en citas, como lo describió Carlos Peña.

Anotaciones recientes